miércoles, 14 de marzo de 2018

Dejar que se expresen...


Los cuencos cantores o gongs... en realidad, no hay que tocarlos. Hay que dejar que se expresen... que canten por sí mismos. De esa manera, permitimos que obren su magia, porque estamos soltando el control y la necesidad de dirigirlos. Una de las lecciones más importantes por aprender es la necesidad de "soltar" el control. Otra es la necesidad de obrar con una sutileza cada vez mayor.  

Esta comprensión es aún más importante en un instrumento de poder como es el gong. Es muy fácil caer en la tentación de pretender "golpear" el gong, o en la ilusión de querer "dirigirlo". Quizás resulte más adecuado hablar de "despertar al gong", acariciándolo con suavidad, permitimos que éste vaya despertando poco a poco de su letargo, tomándose el tiempo que necesite para desarrollarse... sin expectativas... sin buscar ningún resultado. Al fin y al cabo, no somos más que simples canales, siempre al servicio del Sonido. Esto, por supuesto, es toda una prueba para el ego, atrapado siempre en la necesidad de dirigir y controlar. Y en este estado de rendición absoluta, quizás pueda ocurrir que el gong florezca y te regale una plétora de tonos celestiales, como si un coro angelical estuviera cantando sólo para ti... pero en última instancia esto dependerá de la simbiosis que se dé entre el instrumento y la persona con la que se está comunicando. 


Es una sinergia divina. Cuanto más suave tocas, más percibes... más detalles, más sutilezas. Y cuanto más te abres a escuchar estos sonidos, más estás permitiendo que emerja y aflore tu Maestro interior... aquél que actúa según su propia intuición. Ése es el gran regalo que nos ofrecen estos maravillosos instrumentos... nos permiten contactar con quienes Somos realmente... pero para ello hay que soltar antes lo que no Somos. En ese momento, hacer sonar un cuenco cantor o un gong se convierte en un acto Sagrado, un Retorno a la Esencia más Pura de nuestro Ser. (Jhebara Das)

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