En la naturaleza todo canta, todo vibra, cada criatura emite vibraciones
que se propagan a través de ondas musicales. Por eso puede decirse que
en la naturaleza todo es música. Hay música en los arroyos que fluyen,
en los manantiales que manan, en la lluvia que cae, en el retumbar de
los torrentes, en el continuo movimiento de los océanos y de los mares.
Hay música en el soplo del viento, en el susurro de las hojas, en el
gorjear de los pájaros...
La música de la naturaleza despierta
constantemente el sentimiento musical en el hombre; le incita a
expresarse él mismo, bien a través de un instrumento, o bien a través
del canto. Por medio de la música, el hombre transmite espontáneamente
sus sentimientos y sus sensaciones: es a través de la música que expresa
su sentimiento religioso, y también manifiesta sus dolores, sus
alegrías, su amor y todas sus experiencias más profundas. La música es
una respiración del alma y de la conciencia. Por medio de la música, el
alma se manifiesta sobre la tierra.
Cuando la conciencia superior se
despierte en el hombre,cuando desarrolle en él las posibilidades de
percepción más sutiles, empezará a captar esta grandiosa sinfonía que
resuena a través de los espacios, de un extremo al otro del universo, y
entonces comprenderá el sentido profundo de la vida. La música despierta
en nuestra alma el recuerdo de la patria celestial, la nostalgia del
paraíso perdido (Omraam Mikhaël Aïvanhov, 1900-1986)
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